por Rodrigo Llop
Son las once de la mañana. El Senador Macario Simón y Calixto, El Jocoque, salen de una bodega ubicada en Dr. Atl en la colonia Santa María, a menos de una cuadra de la Alameda donde está el Kiosko Morisco. No acababan de salir cuando Macario ya tenía un cigarro en la boca y lo estaba prendiendo. El Jocoque, a diferencia del senador, se notaba nervioso al sacar su cigarro y pedirle fuego.
-“¿Ya ves? Ya se armó. Estos güeyes ponen la lana y nosotros las frecuencias. Ya está. No’más hay que ponerse de acuerdo con los demás colegas Diputados de la Comisión de Comunicaciones y demás comisiones y secretarías para que le metan velocidad a la licitación del espectro. El cliente ya está con la lana lista”– le comenta al Jocoque mientras le da una palmada en la espalda. Éste asienta con la cabeza aunque no muy convencido.
Casi de forma instantánea se detiene un Mercedes Benz blanco del año. Ambos se meten. El senador continua su explicación.
-“Mira Jocoque, si vas a seguir en esto tienes que aprender una cosa. En este mundo la gente trabaja como burro día y noche, siguen las reglas al pie de la letra, tanto las del hombre como las del Señor, se conforman con lo poco que consiguen bajo el marco de su consciencia según ellos para ser felices en la eternidad en un mundo del que sólo les han contado pero que nadie ha visto. Que no saben como es mas que por un libro que no saben quien escribió. También lo hacen para evitar un lugar que nunca han visto, que no saben si existe pero que alguien les dijo que es eternamente horrible. Si crees en ello… bien, alíneate con ellos y olvídate de lo que escuchaste aquí adentro, esta vida no es para ti. Los chingones nos la pasamos bien aquí, en el mundo de los mortales. El poco tiempo que tienes en este mundo lo tienes que disfrutar al máximo: trabajar lo menos posible para ganar lo más posible. Eso se llama eficiencia y es la eficiencia que nos piden los que votan por nosotros. Inviértele al mundo que sabes que existe porque lo estas viendo, y no al que no sabes si existirá. En el peor de los casos, al final, dejas una lana al cardenal para que te perdonen de tus santos pecados y te vas sin hacer cola con una recomendación del encargado del changarro aquí en la tierra. Aquí tienes la oportunidad de ser de los gatos que trabajan o de los gatos que siempre caen parados. Los que tienen la inteligencia suficiente para tomar ventaja de las oportunidades que se te presentan. Los que quedan afuera, arriba o lejos del derrumbe de lodo. ¡Ni pedo! Así es. Las reglas no las hice yo. Deja ya esa loza que cargas que se llama consciencia. O la dejas en la casa, o la dejas en la iglesia. Si no te quieres deshacer de ella, llévala encargada en el panteón, para cuando te mueras, ahí pongan tu epitafio: ‘aquí yace el Jocoque, el que nunca tuvo los huevos de tener una mejor vida’”
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