Por Rodrigo Llop
“La vida no es justa… no lo es” – dice Daniel sin resentimiento en el alma. “Pero no es justa para todos en igual forma. A los ricos también les toca sufrir enfermedades dolorosas e incurables. A los pobres también les toca vivir la interminable alegría de un hijo. A todos nos toca estar de los dos lados del espejo. A algunos les toca vivir unas cosas y a otros otras. Al final uno siempre sale a mano con la vida, los palos que te da, son las sonrisas que recibes. Está en uno que disfrutemos más las sonrisas y sobrepasemos los palos. Uno de esos días de palos, más vale que te vayas al parque y escuches los pájaros y disfrutes de la brisa acariciando las hojas. La otra opción es encerrarte en un cuarto obscuro a lamentar el palo. La vida es buena de principio a fin, y a veces tienes que vivir momentos difíciles o a veces imposibles, para darte cuenta que está en ti reírte de la mala suerte.”
Daniel toma una nueva botella de agua que Alex le trajo, la abre y le da un trago largo. Daniel ya no toma desde hace casi seis meses y aunque le sigue doliendo la partida de Ángel –su ángel- sabe que Dios es el juez pero allá arriba.
El “Madelman” era el juguete favorito de Daniel cuando era niño. Era un héroe de acción, un muñeco que todos los días salvaba al mundo. El conflictivo mundo que Daniel imaginaba cuando jugaba era mil veces peor al mundo en el que vivía, y sin embargo a Madelman no le importaba. Bien fuera una tempestad en medio del mar, una nevada en el ártico, una tormenta de arena en el desierto o una intensa lluvia tropical en la selva, Madelman siempre salía avante. Sin importar si Madelman llegaba en un trineo jalado por perros, en un helicóptero o con su peculiar traje de buzo, él siempre estaba dispuesto a ayudar y a resolver la situación. No importaba si era un submarino nuclear a punto de estallar, un pozo petrolero fuera de control o una banda de traficantes de animales exóticos, pieles y marfil, Madelman siempre resolvía el conflicto. Siempre sin egoísmos, sin miedos y sin protagonismos, siempre dispuesto. No importaba si papá llegaba borracho y golpeaba a mamá, si no había para comer o si la renta no se pagaba, Madelman acompañaba a Daniel y lo calmaba. Después de dormir juntos, el problema se había resuelto a la mañana siguiente.
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