Por Rodrigo Llop.
Alex le da un trago a su cerveza al tiempo que empieza a platicar sobre la historia de un niño. Aunque visiblemente cansado, aún conserva su elegante corbata con un nudo perfecto. Su impecable traje no tiene una sola arruga y sus zapatos nuevos brillan como un par de faroles. Derecho al sentarse y derecho al caminar. Con una voz profunda y una excelente dicción, comparte con sus amigos:
-“Este niño tiene aproximadamente 8 años. Una casa humilde. Una mesa de lámina Corona con tres sillas distintas. Platos, cubiertos, servilletas y salero. La mesa bien puesta aunque sencilla. Una cafetera improvisada con un jarrón de barro y una vieja hornilla eléctrica calentándolo. Una bolsa de estraza, de papel marrón, con pan dulce del día anterior es lo único que hay en la mesa. El niño se acerca a la mesa y se sienta en una de las sillas que tiene un par de cojines para que alcance. La madre toma la cafetera, sirve un poco en una taza de peltre y le pone mucha azúcar. El niño abre la bolsa, saca un pan dulce y lo remoja en el café que su madre le acaba de preparar. Una vez que terminan de desayunar se pone el suéter gris del uniforme con unos parches de balón en los codos, toma un cuaderno y se acerca a la puerta. Su padre se pone de cuclillas enfrente de él y le explica que hoy no podrá ir a la escuela porque hay que ir a trabajar. A pesar de que le gusta ir a la escuela y le va bien, no le desagrada la idea de ir con su padre a trabajar y estar con él todo el día. Hacer cosas de grande y presumirle a sus amigos que él trabaja. Para él aún es un juego. La situación se complica aún más para la familia y el niño nunca regresa a la escuela.
Twitter: @informemadelman
mail: elinformemadelman@gmail.com
Follow Us!