Jorge Uribe Piedrahíta
Comunicador Social/Periodista Colombia
Han pasado 12 meses desde el terrible terremoto que azotó a Haití y dejó a este país centroamericano sumido en la destrucción, el caos y la desolación. Todavía hay más de 800 mil damnificados y cuerpos bajo los escombros, que revelan que aún les faltan muchos años para recuperar la nación más pobre del hemisferio occidental. La cifra exacta de muertos asciende a 318 mil personas; hoy las calles son inundadas por huérfanos y aquellos haitianos que quieren volver a construir su territorio.
Aún no hay muestras de evolución ni reconstrucción desde el fatídico 12 de enero de 2010, cuando un terremoto de 7,2 grados transformó la tarde de aquel día. Miles de países se han solidarizado, han enviado ayudas en dinero, medicinas, alimentos, agua potable y víveres que salvan millones de vidas; voluntarios del universo llegan para socorrer a quienes han perdido las esperanzas de un futuro mejor.
“Desde que ocurrió el terremoto hemos iniciado una campaña nacional para construir el Barrio Colombia en Haití y dar solución de vivienda. Aunque las condiciones y trámites en ese país son distintos a los nuestros, es más enorme la necesidad del pueblo haitiano y la afectación por el terremoto, el cólera y los huracanes, por eso seguimos firmes en nuestro propósito y cumpliendo con la normatividad requerida para lograr nuestra meta”, expresó Margarita Inés Restrepo Cárdenas, directora Ejecutiva de la Corporación Antioquia Presente, entidad que ha adelantado obras para construir un barrio en Haití con dineros recolectados en empresas colombianas.
Sin embargo, los esfuerzos mundiales se quedan cortos frente a las dificultades que tiene ese país: La falta de liderazgo y coordinación de las más de 10.000 organizaciones no gubernamentales que colaboran en el proceso, es el principal obstáculo para alcanzar grandes resultados; sumado a la inestabilidad política y a la famosa corrupción que habita en los pueblos y se rehúsa a morir con el tiempo.
“El tema de los lotes se torna muy crítico, en cuanto a que en Haití suele ocurrir que el Estado entregue unas tierras y luego aparezcan particulares acreditándose como dueños de las mismas”, agregó Restrepo Cárdenas, quien espera que durante 2011, se arranque con la fase constructiva del proyecto, teniendo en cuenta la dificultad que se tiene por el idioma, la cultura, las leyes y todo lo que implica ayudar a una patria sumergida en una dudosa institucionalidad política, en habitantes con cólera y un territorio asolado por la destrucción del terremoto.
La promesa de un mejor Haití parece desvanecerse cuando se ven las calles carentes de saneamiento, agua, higiene, vivienda, alimentos y medios de sobrevivencia; calles habitadas por más de un millón de haitianos pobres, huérfanos que son abusados por violadores, un cuerpo policial que no es capaz de controlar las acciones de los delincuentes y sabiendo que solo el 5% de los escombros han sido removidos y aún miles de cuerpos salen entre los muros caídos.
Lo cierto y por experiencias de catástrofes anteriores, en estos procesos de reconstrucción los hombres deben llenarse de paciencia, de serenidad y mucha persistencia. Igualmente, la fuerza política debe fumar la pipa de la paz, y dar una impecable administración a los recursos provenientes de los generosos colaboradores.
Por otra parte, la situación que hoy vive Haití no es de hace un año, si bien se sabe la nación del centro americano es la más pobre de la región, sopena de haber sido el pionero en dar el grito de independencia del yugo español. La mala administración de los recursos, el retraso en los procesos educativos, la falta de servicios públicos y la optimización de la fuerza productiva, han desencadenado una pobreza dolorosa para sus habitantes.
“Una reconstrucción que puede durar más de 30 años”
Dure lo que dure, Haití tiene la oportunidad de igualarse con el progreso, de valorar las ayudas que hoy recibe y establecer una economía propia. Lo triste es que la corrupción que no da respiro, también ve la oportunidad de saqueo en las ayudas que se dirigen a este pueblo y simplemente alegan que son las leyes haitianas y la falta de Gobierno las que entorpecen el debido proceso.
Tras los días, el caos empeora por las peleas que sostienen los mismos haitianos, quienes aseguran ser dueños legítimos de algunos terrenos en los que se espera construir viviendas para las familias damnificadas. A pesar de tanta anormalidad, la conmemoración del primer aniversario estuvo cargada de canticos y rezos, lo que evidencia que en el mundo hay más buenos que malos y que Haití busca paz en medio de la tormenta.
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