por Jorge Uribe Piedrahíta
Comunicador Social/Periodista Colombia
Más que de tratarse del restablecimiento de las relaciones binacionales con Venezuela; era la típica imagen que se ha vivido con Chávez en varias oportunidades. Se reanudaron las relaciones entre países hermanos, pero la conciencia y la memoria del pueblo no pueden ser burladas como se hizo con esta visita. Es injusto que con una declaración, se piense que las denuncias sobre la presencia de campamentos de la FARC en territorio venezolano son fruto de la imaginación del ex presidente Álvaro Uribe Vélez.
Inhumano fue para muchos colombianos el recibimiento reservado para ilustres visitantes del mundo, que fue realizado para homenajear al peor enemigo de Colombia: Hugo Rafael Chávez Frías, quien olímpicamente, llegó al país vestido con el mismo uniforme que usaron los jugadores venezolanos en las pasadas justas deportivas mundiales, además del cinismo y la hipocresía que encerraba su discurso.
La rapidez con la que aceptó el inquilino de Miraflores venir a Colombia, por recomendación expresa de Inacio Lula Da Silva, presidente de Brasil y Néstor Kirchner, secretario General de la UNASUR, fue una muestra de culpabilidad frente a las gravísimas acusaciones internacionales y ante la denuncia presentada por el abogado del ex presidente Álvaro Uribe ante la Corte Penal Internacional (CPI), y por la demanda en contra de la República Bolivariana de Venezuela en la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH).
Tal como lo hizo en República Dominicana, volvió a decir que su segunda patria era Colombia, y que restablecida el décimo rompimiento de las relaciones entre naciones hermanas. Su actuación estelar en Colombia, será la recomposición de su imagen mediática y dentro de poco lo oiremos hablar de los esfuerzos que ha hecho para que Colombia consiga la paz.
Lo ilógico del asunto es que después de armar un total alboroto en Latinoamérica por el acuerdo militar con Estados Unidos, finalmente declare que eso eran asuntos internos de Colombia; y que la presencia de narcoterroristas de la FARC en territorio venezolano, es una posibilidad incierta por la libertad de tránsito entre ambos países: Todo esto termina con una doblada de página para mirar al futuro.
Por otra parte, es impensable que el Presidente Juan Manuel Santos, después de recibir todo tipo de insultos de Chávez, después de firmar el acuerdo militar con EUA y de confirmar, cuando era Ministro de Defensa, que realmente la FARC se refugia en Venezuela con el aval de Chávez, haya aceptado borrar todo en cumplimiento de la promesa hecha en su candidatura de restablecer relaciones con todos los vecinos. ¿Acaso era tan grave y perjudicial el cese de actividades comerciales con ese país? ¿Es más importante renunciar a la dignidad del pueblo y hacer caso omiso a los atropellos del locuaz vecino?
El tiempo será testigo de lo que siempre ha ocurrido: Chávez viene a Colombia, da palmaditas de hipocresía a los presidentes, establece acuerdos permanentes de cooperación y comisiones de trabajo conjunto, y finalmente cuando algo no le gusta, empieza a insultar a todo el mundo. Lo importante es que la reconciliación dure hasta que los venezolanos le paguen a los comerciantes nacionales los ochocientos millones de dólares que les adeudan.
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