por Jorge Uribe Piedrahíta
Comunicador Social/Periodista Colombia
La violencia que producen los narcotraficantes en Ciudad Juárez, ha tocado la sensibilidad de la Casa Blanca, con el asesinato de dos funcionarias y el esposo de una de ellas, del servicio diplomático de EUA; lo que motivó a Hillary Clinton, secretaria de Estado del país norteamericano, a emprender un viaje a tierras mexicanas, donde revisó el Plan Mérida y demostró que la lucha contra el narcotráfico es un compromiso del mundo entero.
“La insaciable demanda de drogas ilegales impulsa el narcotráfico y la incapacidad para evitar el contrabando de armas causa la muerte de cientos de personas”, expresó Clinton durante su primera visita oficial a México, ocurrida en marzo de 2009. “Se han metido con nuestra familia y es hora de actuar”, agregó Hillary Clinton, dos días después del asesinato de tres personas del servicio diplomático de EUA en Ciudad Juárez.
Ambos escenarios demuestran la crítica situación de violencia que acosa el país azteca y evidencian que ante la pandemia del narcotráfico, ningún humano está inmune. Lo claro es que Estados Unidos está despertando de su insensibilidad y ahora reconoce con mayor acierto que hay que emprender proyectos de lucha contra las drogas y su cadena criminal.
Más allá de las implementaciones policiales y militares que hace el gobierno mexicano para capturar jefes y sicarios, se debe poner en marcha un plan de acción integral, con la participación de la comunidad internacional, para además de atacar la producción y el consumo, también se erradiquen los facilitadores químicos y armamentistas, el lavado de activos y la corrupción que es el pan que alimenta a todos los narcos.
Además de la visita de Clinton y ocho altos funcionarios del Departamento de Estado, Obama ofrecerá una Cena de Estado al Presidente Felipe Calderón a finales de mayo, en la que sería apropiado tratar los programas antidrogas como políticas estatales, no solo en la región, sino en el mundo entero.
México y Colombia, lugares como los más altos índices de tráfico de drogas y lavado de activos, necesitan de la solidaridad universal para combatir este flagelo, pues es bien sabido que a raíz de las posiciones presidenciales del área continental, se gestan guerras entre vecinos en Suramérica, Centroamérica y el Caribe.
“Los gobiernos siempre han atacado las cabezas, pero dejan sin supervisión las bases, y detrás de un jefe, siempre habrá quien lo reemplace. El problema debe ser eliminado desde el inicio del proceso, no sólo erradicar la vegetación que producen, sino atacar los suministros químicos u otros elementos que intervienen”, explica Luís Eduardo Martínez, comandante de la Policía de Medellín.
El Plan Mérida, la versión mexicana del Plan Colombia, entra en un proceso decisivo de recuperación institucional, de vigor en la justicia y de una inversión social que facilite sacar de la guerra a los jóvenes que ahora deambulan sin norte por las calles. Asimismo es de gran reconocimiento la participación de Colombia, y en especial de Medellín, con la asesoría que le hacen al Presidente Felipe Calderón en proyectos que adelanta en Ciudad Juárez, para el exterminio del tráfico ilegal.
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