por Rodrigo Llop Fernández
Economista
Analizando el decálogo que propone Calderón ante una reforma, se ve una intención positiva por llevar a México a un nivel superior de madurez política. Hace unos años, cuando los protagonistas de la política eran Zedillo, Woldenberg, Fox, Labastida y Cárdenas las cosas pintaban para México igual que siempre lo hicieron en época de elecciones: una victoria inminente para el PRI, una descalificación del resto de los partidos y una nueva crisis por venir. Ese año, México se colocó como un país cuya democracia era una de las más sólidas del mundo. México se graduó en el ámbito de la kiner-democracia y probó un sistema confiable. Seis años después, AMLO se encargó en descalificar la democracia de México ante el mundo. Y si bien no hay democracia perfecta, sigue hoy siendo sumamente cuestionable su visión de las elecciones del 2006 (basta ver la descalificación del PRD por sus propios simpatizantes).
Lo que propone Calderón en su decálogo es finalmente intentar graduar a México nuevamente en otro nivel de democracia. Una nueva expectativa en donde se exijan resultados a los gobernantes mediante la reelección en algunas posiciones. En todo el mundo existe la reelección. En México no hay incentivos a los gobernantes para que hagan su trabajo, están normalmente pensando en el futuro en vez de estar actuando en el presente. Una vez que reciben su nombramiento, están el periodo completo planeando el siguiente paso o puesto que darán. Aquí lo que se pretende es regresarle al votante el poder en la siguiente elección. La gran preocupación es la vulnerabilidad a gobiernos extendidos como en Venezuela o incluso recuerdos de lo que dejó el PRI. El tema es resolver el miedo o mejorar la democracia.
Propone eficientar el congreso al disminuir el número de diputados y senadores. Si bien la mayor parte de la población piensa que no hacen nada, ¿por qué habrían de hacerlo tantos? Y esto no se basa en percepción, es la realidad reflejada en asistencias. La cantidad de diputados y senadores, en este caso, no refleja una mejor representación.
Y finalmente el proponer candidaturas independientes. Los políticos que no comulgan con su partido, no pueden continuar una carrera a menos de que se alineen con otras ideas, por ello no importa que sean completamente opuestas, no hay otra opción para ser propuestos a un puesto de elección. ¿Qué congruencia hay de un Demetrio Sodi que cambia de una izquierda a una derecha de una elección a otra? ¿Quién dice que no hay más opciones que el rojo, el amarillo, el azul o el verde (y de repente un naranja o un turquesa)?
En términos generales, suenan bastante bien. Mucho hay que discutir el cómo, sin embargo el que está planteado. Resta ver como se mueven los intereses en la reforma de esta reforma.
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