Por el Ariel Ramos
Dice un viejo refrán “el tiempo olvida todo” y otro asegura “siempre habrá un yo lo vi”.
Ambos tienen razón, efectivamente el tiempo borra todo y siempre habrá un yo lo vi. A 10 meses de las elecciones del 2 de julio empiezan a salir datos y declaraciones que pretenden unos justificar y los otros lavar, lo ocurrido en ese histórico día en que los mexicanos acudieron como nunca antes a votar
Pero las aguas que cubren la tierra en un 80 por ciento, no podrán lavar jamás el fraude cometido por Vicente Fox y Martha Sahagún, para burlar el entusiasmo de millones.
Roberto Madrazo, candidato del PRI (quedó en 3er. Lugar), habla de traiciones en un libro de reciente publicación, en el que naturalmente, “ni todo es verdad ni todo es mentira”.
Afirma por ejemplo el tabasqueño, que Ernesto Zedillo pactó con Acción Nacional, la entrega del poder en el 2000, a cambio de que se le reconociera su triunfo en el 94.
Nada más falso. En política, ningún compromiso firmado o no se respeta. Y menos para seis años de distancia.
En 1932, el entonces Jefe Máximo de la Revolución, Plutarco Elías Calles, convenció al general Manuel Pérez Treviño –entonces presidente del PNR “abuelo del PRI”-, de que era mejor para él, ser presidente de seis años que de dos y tres meses y por tanto le dejara la presidencia provisional, al general Abelardo L. Rodríguez.
Abelardo fue presidente y Pérez Treviño se fue a un exilio dorado –embajador de México en España-.
En una entrega anterior, señalamos que en 1940, Roosevelt se reeligió por segunda ocasión seguida, prometiendo no ir al conflicto Europeo. Pero apenas un año más tarde, en 1941, permitió la destrucción de Pearl Harbor y lo usó como justificante para participar en el conflicto: primero en el Pacífico y después en Europa.
En 1994, no fue Zedillo quién manejó su elección. Apenas fue un candidato gris ajeno al PRI. Lo cierto fue que Diego Fernández de Cevallos después de ganar el debate televisado, desapareció prácticamente del panorama nacional dejando el campo libre al candidato de Carlos Salinas de Gortari.
Entonces si hubo arreglo, este fue con Salinas y no con Zedillo. Entre las versiones que circularon entonces, hay una que era citada con más frecuencia. “se le dieron 50 millones de dólares a Diego” y los resultados estuvieron a la vista de todos.
Y el tiempo empieza a develar lo ocurrido el 2 de julio del 2006. Fox y Martha dijeron a todo el mundo, que López Obrador no llegaría, asegurando “sobre mi cadáver” y no llegó el controvertido abanderado del PRD.
Ugarte el consejero presidente del Instituto Federal Electoral, declaró recientemente que Fox contaminó la elección, pero en su momento no hizo nada para impedirlo.
Se sabe ahora que hay 281,000 “spots” de radio y televisión que nadie sabe quién los pagó. Eso es lo que dicen oficialmente en el IFE y todo mundo sabe que Televisa y TV Azteca, incluían en sus programaciones “spots” gratuitos a favor primero de Santiago Creel el candidato de fox-Martha y después para apoyar a Felipe Calderón.
Todo a cambio de la aprobación de la iniciativa conocida como “Ley Televisa” que hará mucho más ricos a los dueños de las dos televisoras abiertas más gandes del país.
Felipe Calderón como se sabe ganó apenas por 0,5 por ciento de la votación y se negaron a abrir los paquetes, para contar voto por voto.
Y como ya transcurrieron casi once meses de esa elección, los estrategas de Los Pinos estiman que ya es tiempo de desaparecer los testigos del fraude. Tres son –como en el dominó- los caminos: se queman las boletas, se entierran o se trituran.
Calderón, Ugarte y los suyos creen que el fraude terminará olvidándose.
En tanto el presidente “gobierna” yendo a todos lados, pronunciando discursos sin ton ni son, cesando funcionarios en actos públicos, dando la impresión de que o no confía en su gabinete, o hablando va a justificar su presidencia.
Si usted tiene un encendedor invite a Calderón y verá como acude y le pone la “primera piedra”.
Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos y ahora en manos de los panistas , que han resultado peor que los priístas.
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